LA MUJER DRUIDA
En los escritos de Julio César, quien recopiló datos sobre los druidas, no se menciona a las druidesa, quizás esto es debido a que él no llegó a conocer las Islas Británicas, donde la mujer tuvo un papel destacado hasta la llegada del cristianismo.
Según Pomponeo Mela, quien sí visitó las islas " había en la alta Caledonia una casta de mujeres sacerdotisas llamadas bandruidh que, al igual que los druidas varones, estaban divididas en tres categorías (no más importante una de otra, sino con funciones diferentes).
Las Cuervo
Permanecían reclusas y debían hacer voto de virginidad perpetua. Son las que se encargaban de alimentar los fuegos perennes en honor a sus dioses mayores. Guardaban las Regalías y los Manantiales Sagrados, y vivían por y para el Santuario al que pertenecían.
Las Sacerdotisas
Podían casarse, pero debían permanecer en el santuario al que estaban consagradas, y sólo debían abandonarlo unos pocos días al año para cumplir con sus deberes conyugales; sin embargo podían alternar con las gentes, a las que dicen la buenaventura y leen su futuro en las hojas de muérdago. Manejaban el arte de la adivinación y la sanación.
Las Bandruidh
Jerarquía a la que sólo se accede después de muchos años de estudio y dedicación y un complejo rito de pasaje. Podían circular libremente, y se dedicaban a servir al pueblo, y mantener vivas las tradiciones religiosas; narrar las leyendas de los guerreros y los dioses, practican la astrología y adivinan el porvenir. Llegaban a ser tan poderosas que dominaban los elementos.
Se dice, que las banfilidh más poderosas, como las llamaban en su lengua, residían en la isla de Saina, en el Mar interior (mar de Irlanda), tenían poder sobre las tempestades, que podían convocar a voluntad, podían convertirse en aves y curar las enfermedades más atroces. Estas mujeres eran altamente reverenciadas por el pueblo, pues dominaban la magia de las piedras y las hierbas curativas, eran las que preparaban a los moribundos para el bien morir, y se ocupaban de los nacimientos.